Quejas vecinales

Gran parte de las quejas de los vecinos tienen que ver no sólo con el ruido y la suciedad, sino también con la respuesta de la policía cuando la llaman.

Se puede entender que ante la falta de efectivos, la policía deba filtrar los asuntos y decidir a cuáles prestar una respuesta rápida, cuáles son menos urgentes, y cuáles no puede atender. Pero salvo que haya un déficit crónico de efectivos, y por tanto haya un problema estructural, el número de asuntos no atendidos no debería ser constante, sea por el motivo que sea.

Y sin embargo, abundan las quejas de vecinos relacionadas con llamadas a la policía que no son atendidas. Generalmente son en temas de ruido, especialmente si son alrededor de la medianoche, o unas horas después. Hay vecinos que relatan que les piden que les vuelvan a llamar si el ruido persiste más allá de ¡una o dos horas!, como si los vecinos hubieran llamado inmediatamente de empezar el ruido, cuando no suele ser así. Lo habitual es llamar cuando ves que sigue y sigue, y parece no acabar nunca.

Hay que quejarse al ayuntamiento

En cuanto al ruido, los vecinos deberían entender que si la policía no acude, deberían quejarse al ayuntamiento. Pero no de la policía que no acude, sino del establecimiento responsable directa o indirectamente del ruido. Porque si un establecimiento cierra a las tres y media, pero sus clientes salen a la calle y montan corritos, para fumar o para lo que sea, también es responsabilidad del establecimiento. Y si el ruido es cuando la gente abandona el local, y no antes, hay que reclamar al ayuntamiento. O bien que deniegue la licencia para cerrar a esas horas, o que envíe a una patrulla para que vigile la salida y obligue a los clientes a bajar la voz y no molestar al vecindario con charlas, motores de vehículos, portazos de los coches, etc. Los vecinos pueden influir en la renovación de las licencias de los locales, siempre que haya un historial de quejas y reclamaciones suficiente que justifique la no renovación. Incluso la suspensión de la licencia.

Lo que es más peliagudo es cuando no se atienden las peticiones de ayuda por parte de los titulares de establecimientos públicos que dan a la calle, tanto bares y restaurantes, como otro tipo de comercios. Y es una queja generalizada en la Ruta de la Escombrera. 

Hoy mismo, sábado 30 de octubre, I.S. que regenta un bar, pidió ayuda porque uno de los personajes que volvía de la Escombrera se negaba a abandonar la mesa cuando se lo solicitó, y montó un pollo. Y no todos los bares cuentan con un empleado fornido que pueda intervenir y espantar al visitante no deseado. El dueño de un bar tiene derecho a negar la mesa a un cliente que pueda espantar a los demás, especialmente cuando observa que está borracho o bajo el influjo de estupefacientes. ¿Y qué hacer cuando monta un pollo y agrede físicamente al personal? Si la policía no acude cuando la llaman, ¿qué hacer? 

La policía debería tener mayor sensibilidad para estos temas. De hecho debería haber un protocolo de intervención para atender este tipo de llamadas lo antes posible. Es un tema de seguridad y orden público, tanto del personal del bar, como del resto de la clientela. 

Desmantelar la Escombrera es un tema que supera los recursos de la Policía Local. Por el número de gente que acude, pues acude gente no sólo del barrio, sino de toda la ciudad. Pero también hay que ir a la raíz del problema, y no es una sola, tiene muchas. La falta de cultura y educación de los que acuden. Los negocios en torno a las actividades que allí se organizan, la mayor parte de los cuales son ilegales y clandestinos. Las necesidades que atiende ese tipo de "ofertas". Necesidades que pueden ser hasta legítimas, aunque la forma de atenderlas no lo sea. No es sólo un tema policial. Es más que eso. Y tanto el ayuntamiento como la propia administración autonómica, e incluso nacional tienen que tomar consciencia de ello.


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