Lo que no te cuentan de los botellones de Benimaclet

Meódromos y cosas peores

Lo cuentan vecinos que viven en las callejuelas aledañas: los participantes del botellón, que en Benimaclet es en parte una verbena espontánea a la que acuden dueños de perros que organizan coros de ladridos, faranduleros que ofrecen espectáculos circenses, músicos espontáneos, que cuando faltan son suplidos por equipos de música, necesitan, de vez en cuando aliviar sus vejigas y sus intestinos.

Y para ello utilizan las callejuelas que dan a la plaza: Benicolet, Los Santos e incluso Maestro Caballero. Los vecinos de estas calles no sólo sufren el ruido del botellón de la plaza, también tienen que sufrir que delante de sus puertas, ventanas y bajo sus balcones, alguna gente, hombres y mujeres, utilicen la calle como urinario. Las mujeres, además, en grupo. Hace unos días, nos cuenta un vecino, se despertó a la madrugada por unas voces bajo su balcón. Medio dormido se asoma y ve a un grupo de cuatro mujeres jóvenes, meando. Parece que cuando se dieron cuenta de que estaban molestando, le dijeron que ya no volverían por allí.

Cuando se acaba el botellón, suele haber cuadrillas de limpieza, que llegan a donde llegan. Normalmente, no a los meódromos, cagódromos o vomitódromos, pues de todo esto hay.

También suele pasar un camión de baldeo. Moja la calle, sí, pero empuja toda la porquería por debajo de las puertas de entrada, en especial de las que como los garajes están a ras de suelo. Con lo cual, los vecinos se encuentran con todo tipo de porquería "higiénica" de la que usan para limpiarse y tiran al suelo. Y los olores en paredes y piso no desaparecen con el agua, sólo se diluyen.

Venta callejera de bebidas, alcohólicas y no alcohólicas

Al calor del botellón no faltan los vendedores espontáneos de bebidas enlatadas. Acuden a la plaza y venden allí mismo. Con lo cual, se lo ponen aún más cómodo a los del botellón. Ya no tienen que acudir cargados con bebidas, a lo sumo alguna botella de alta graduación. Pero las cervezas, cocacolas, etc. las pueden adquirir in situ.

Permisividad policial

Y el colmo de los colmos es cuando a la madrugada algún vecino consigue contactar con la policía para quejarse del ruido, y otro vecino observa como un vehículo entra en la plaza por una calle, atraviesa la multitud sin bajarse del vehículo, y sale por otra, sin haberse ni detenido.

Cuando la multitud que allí se encuentra no está de paso, sino "concentrada" y además haciendo ruido en una zona en la que vive gente y, a esas horas, intenta dormir. ¿Acaso no conocen las ordenanzas municipales? ¿Acaso no saben que está prohibido perturbar el descanso nocturno entre 22 y 8 horas? ¿O es que ni bajan las ventanillas cuando se pasean por la plaza, como la vez que los vio el vecino, para no tener que oir el ruido? ¿Acaso no se han enterado de lo que todos los vecinos ven a diario: que en la plaza se venden bebidas por la noche, sin ningún tipo de control o licencia?

Nos extrañaba que el cura de la parroquia, que se supone que vive allí, no hubiera utilizado sus buenas influencias, que las tiene, para intervenir y hacer que la policía se ponga las pilas. Pero claro, nos hemos enterado de que se va fuera, a dormir en otro sitio. Porque en la plaza no hay quien duerma de un tirón.

Miedo

Y lo peor: los vecinos tienen miedo. Tienen miedo de denunciar. En algunas calles de Benimaclet, en las que los vecinos son conocedores del trapicheo con drogas, han recibido amenazas directas por parte de quienes se han hecho dueños de la calle, en especial de noche.

Y también los vecinos de la plaza y de las calles aledañas tienen miedo. Tienen miedo de grabar o fotografiar desde sus ventanas y balcones, porque saben que se pondrán en el punto de mira de gente a la que ni conocen. Pero que los conocerán a ellos en cuanto denuncien o aporten pruebas.

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Da mucho coraje leer lo que sucedió hace unos días, con motivo de un desahucio de una familia de esas que no es que estén en el umbral de la exclusión, sino que viven unas situaciones de pobreza extrema, y que fueron desahuciadas por la policía por orden de un juez. Era una de las viviendas del BBVA.

Alguna gente que acudió a intentar mediar y evitarlo acabó identificada y con denuncias por "concentración no comunicada".

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