Los costes del botellón, 1

 No son sólo gastos de limpieza

Casi todas las noches se forman concentraciones ilegales de gente en la plaza, con la aquiescencia de la policía local, y por ende del ayuntamiento.

Lo que el botellón cuesta a los vecinos es mucho más de la parte de sus impuestos que el ayuntamiento paga por la limpieza de las plazas y calles tras los botellones.

El coste en salud

El primer y principal coste es el de la falta de sueño. Cualquier persona medianamente informada sabe que la falta de sueño es causa de muchos problemas y enfermedades. 

Aquí un artículo de la BBC, en el que se enumeran las 5 principales consecuencias:

  1. Mala dieta
  2. Peor salud mental
  3. Riesgo de accidentes
  4. Menor rendimiento físico
  5. Limitación de la capacidad cognitiva

Y además, enumera tres condiciones para que el sueño sea reparador:

  1. Duración suficiente
  2. Continuidad
  3. Profundidad 

 

Inversión en medidas arquitectónicas 

Cada día son más los vecinos que se ven obligados a realizar costosas insonorizaciones, a veces bastante gravosas para sus presupuestos familiares, pues es la única forma de poder disminuir el ruido que llega hasta sus dormitorios: muros, paredes, ventanas.

A eso se añade que en verano se ven obligados a adquirir unos aparatos de aire acondicionado que no serían necesarios si pudieran dormir con las ventanas abiertas y dejar que corriera el aire fresco de la noche.

Incluso hemos sabido de vecinos dispuestos a cambiar toda la disposición interior de la casa, incluso cambiando de ubicación la cocina y el baño, para no tener que dormir con las ventanas hacia la calle o la plaza.

No todos los vecinos tienen capacidad económica para cambiar de barrio, especialmente cuando las propiedades se están devaluando a marchas forzadas por la degradación del entorno: ruidos, malos olores, inseguridad, miedo, etc. Lo cual es otro obstáculo, puesto que no pueden financiar la nueva vivienda con la venta de la actual sin salir perdiendo.

Seguridad

Estamos teniendo noticia de problemas de seguridad, añadidos a los robos y hurtos habituales, de dos tipos. Por un lado los derivados de la vecindad con traficantes de drogas, que amenazan con represalias si son denunciados, y que acosan y amenazan a cualquier vecino que les grabe o fotografíe, o piensen que les graba o fotografía. Por otro el hecho de que la gente del botellón acaba agrediendo a cualquiera con el que se cruce y que piense, en su delirio, que le está mirando mal. De hecho, tenemos noticia de gente que saca a pasear al perro armada de un spray de pimienta, para defenderse.

Para los padres y madres de los adolescentes del barrio tampoco es precisamente agradable que sus hijos compartan calle con traficantes y consumidores de drogas de todo tipo. Y al parecer, la mitad de la droga que se vende o consume en Valencia tiene lugar en Benimaclet.

Confort

Y por último, una cosa tan intangible como el confort. Como el poder salir de casa sin que la calle huela a meado, o a cerveza. Salir a la calle por la puerta de tu casa y que tus zapatos no se queden pegados al suelo a cada paso, por la mierda que hay.

O el poder abrir la ventana por la mañana, para ventilar, y la casa no se te llene del olor a meado o a cerveza el día en que el aire sople de cierta dirección.

¿Cui bono?

Esa es siempre la pregunta cuando se comete un delito o alguien comete alguna fechoría. Es obvio que los que acuden al botellón, en su mayoría, no tienen intención de perjudicar la salud de los vecinos, ni de obligarles a contratar albañiles, arquitectos o comprar ventanas nuevas.

Son "sólo" una pandilla de inconscientes, ignorantes, maleducados y estúpidos. Inconscientes, cuando alguno incluso se sorprende de que algún vecino se despierte cuando pegan gritos bajo su balcón. Ignorantes, porque hay que ser muy ceporro para ignorar el hecho de que donde hay viviendas, hay gente "normal" que por la noche duerme y de día trabaja (o busca trabajo, o estudia, o lo que sea). Maleducados, porque no tienen escrúpulos en mear, cagar, vomitar o follar delante de la puerta de un vecino, o debajo de su ventana o de su balcón. Y finalmente estúpidos, porque cuando se van apenas hay uno que no esté borracho, drogado, o, con un poco de suerte, sólo aturdido por tantas horas bebiendo y haciendo el burro.

Están los que venden droga, claro. Nadie les molesta. Si pasa un coche de la policía, se esconden y vuelven. Y los que venden bebidas. Por lo que nos han contado, no tienen lejos el vehículo cargado de latas, y en cuanto han vendido todas las que llenaban el capazo, vuelven al vehículo a llenarlo de nuevo y acuden a la plaza. Al parecer, la relación entre los altavoces que de repente surgen de la nada y la presencia de los vendedores no es casual.

Y luego hay una hipótesis de lo más inquietante: que la pasividad policial no es "apolítica". Que hay interés en hacer caer un equipo municipal de gobierno que no es de derechas. Parece un poco cogido por los pelos. Pero luego, relacionando el despliegue policial con los hechos tanto de la protesta vecinal de Orriols del pasado 12 de octubre  (media hora de helicóptero más un gran número de furgonetas de los antidisturbios) como el de cerrar medio barrio el año anterior para dar protección al desfile de España 2000 e identificar a los vecinos que tenían que atravesar el cordón para acceder a sus casas, esta hipótesis gana fuerza.


Comentarios